Esta vez no es consejo, ni curiosidad ni nada por el estilo, esta vez os vamos a hablar de Moris, uno de esos ángeles que llego a nosotros “por casualidad” y con el que nos volcamos para poder ofrecerle el mayor bienestar en su última etapa de vida, y lo conseguimos gracias a su familia de acogida.
Bien, fue un aviso cómo tantos otros…había un perrete perdido y desorientado en un entorno rural, aparcamos el coche y se asustó, teníamos unas salchichas y mano de santo…se acercó tímidamente.
Desde ese momento, cambió su vida, igual que la de muchos de nosotros que empezábamos a comprender ese amor incondicional y sin reservas que ofrecen los animales, esos animales funcionales que fueron tan útiles y que hoy ya no lo eran.
Y tuvo nombre también desde entonces, MORÍS. Luego conocimos más sobre ella…estaba deshidratada, era diabética, estaba desnutrida y no veía, también era mayor, cariñosa y con carácter.
Se hizo al Refugio, a su chenil- habitación, al espacio cercado que le ofreció seguridad, aunque no pudiera recorrer libre grandes distancias.
Pero no nos confundamos, eso es otra cosa que fuimos aprendiendo…el ser vivo no es feliz por estar al libre albedrío en un terreno enorme sin compañía, si no por estar en ” una almaciga” siquiera, pero con alguien que te quiere, te siente y te valora.
Morís, para nosotros y para tu familia de acogida posterior, fuiste valiosa, amada y atendida sin estar obligados a ello, sin saber cazar, guardar o defender reconocimos lo que tu compañía y lealtad podía aportar.